¿Por qué amamos a Victoria?
Mujer plantada como pocas. Con el suficiente carácter para
imponerse frente a importantes personalidades. Con la suficiente humildad para
saberse el nombre de cada uno de sus empleados.
Con la belleza de un ángel. Con la dignidad de los grandes. Con
el buen gusto de los adinerados. Con la simpleza de enormes corazones.
Es una heroína con un corazón de oro.
Una mujer racional que, por primera vez decidió escuchar su corazón
y sumergirse en el amor sentido, no en el interesado.
Una jefa que siempre se puso a la par de los demás. Una hija
responsable, una hermana protectora y una novia atenta.
En su vida se le cruzo un hombre de barrio, de costumbres de
vereda y puertas abiertas. Un muchacho simple que rompió con tan solo una
mirada el escudo de piedra que portaba ella.
¿Por qué amamos a Victoria, entonces? Por eso, porque luego
de años entendió que el corazón tiene razones que la razón no comprende, que
cuando creyó que pasaría el resto de su vida viviendo un amor aburrido, de
pronto se le atravesó un amor pasional, verdadero, desinteresado y fuerte.
Amamos a Victoria porque reúne las mejores cualidades que
una mujer puede tener. Porque esas cualidades viven en cada una de nosotras y
ver a Victoria es vernos y sentir, o soñar al menos, que esa historia puede ser
posible.
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